lunes, 20 de septiembre de 2021

132. Adolece de los mismos vicios

De la revista Castalia dimos en artículo (entrada o post) anterior la oportuna reseña. Fray Galindo, seudónimo utilizado por Luis Doreste (la relación de colaboradores en la publicación constituyó un elenco de postín) nos da otra visión del deporte (sport) canario. Así, del 23 de abril de 1917 (año I, número 15), y en su página 3, leemos el contenido que seguidamente se transcribe. El titular del presente, entresacado de uno de los párrafos del texto, me vale como excusa para corregir a mucho entendido que continúa utilizando el verbo adolecer como sinónimo de carecer, cuando es todo lo contrario.

“Vida Insular. La lucha regional

Falsa idea

Natural es, por razón de muchas razones, que después de la crónica anterior sobre cultura física, me ocupe de nuestro deporte típico, la lucha canaria.

Mas, al hacerlo, es precisamente para sentar un criterio que me presumo contrario al de la generalidad ; pero eso sí; el único verdadero, mal que le pese a esa generalidad.

Cualquiera que sea la causa (¿ignorancia?, ¿aberración?), es lo cierto que se tiene un falso concepto, por relajamiento del propio, u opuesta y extraviada percepción, de lo que es el sport en general y muy particularmente el que se cultiva en esta provincia.

Porque, veamos, ¿es un puro juego de pasión, o un estímulo de ejercicios físicos? ¿Un motivo de discordia y odio, o un fundamento de solaz, amistad, fortaleza?

Indudablemente, su fin como su práctica son edificativos, moral y materialmente, y desde el momento en que pierda este carácter, el sport no tiene razón de ser: hemos de considerarle como un enemigo de la sociedad.

Estado insostenible

Los que hoy, con muy buen propósito indudablemente, pero sin un sistema razonable y producente, enaltecen la lucha canaria, atizando la afición en el público, deben pararse a meditar sobre el asunto, si quieren que su campaña obtenga el apetecido satisfactorio resultado.

Constituido este ejercicio en un espectáculo interesado y de partidos, ocurren ahora ciertas cosas que no son precisamente las que se persiguen, o mejor, las que deben perseguirse.

De un lado, sólo un número muy reducido de hombres lo aprenden y practican; haciéndose profesionales con el único y exclusivo objeto de ganarse unas pesetas y satisfacer una vanidad mal entendida.

Por otra parte, tanto los mismos interesados como los espectadores, divididos en bandos, se apasionan, con todas las consecuencias de tan funesto morbo: malquerencias, odios, trampas, venganzas, divorcios y... pendencias.

Los hechos no me dejan mentir. ¿Es ésta la razón de la lucha canaria?

Entonces adolece de los mismos vicios, siendo tanto o más perniciosa, que esos otros salvajismos que se llaman: riñas de gallos, corridas de toros, boxeo...

¡Ah, señores! Si así fuera, debíamos avergonzarnos de ella, y, poseídos de la gran dignidad de hombres, encerrarla nuevamente en el polvo del olvido, donde yacía.

El dilema

El dilema es este: o se hace de la lucha canaria un deporte noble y desinteresado, o debe desaparecer.

No me opongo a que se dé algún espectáculo de vez en cuando; pero en ciertas condiciones y organización especial, de forma que no pueda ser motivo de querella y distanciamiento, no ya sólo entre individuos, como está sucediendo, sino hasta entre pueblos, como ¡ay! lleva camino de suceder.

¡No!, insisto; la lucha ha de ser una cosa que todos, absolutamente todos, sin distinción de clases ni edad, practiquen, como gimnasia deleitable, en el hogar, en la escuela, en el campo, dondequiera; y nada más.

Es en este sentido cómo ha de encauzársela. Otra cosa, más que inmoral, es criminal”.

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Con lo del profesionalismo y ganarse unas pesetas… a lo que hemos llegado. Y no olviden que un servidor no enjuicia, solo transcribe. Esas opiniones quedan a la consideración de los amables lectores. Que son unos cuantos. Sobre todo, y agradecido, los del grupo de La lucha canaria.

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