“Vida Insular. La lucha regional
Falsa idea
Natural es, por razón de muchas razones, que después de la
crónica anterior sobre cultura física, me ocupe de nuestro deporte típico, la
lucha canaria.
Mas, al hacerlo, es precisamente para sentar un criterio que
me presumo contrario al de la generalidad ; pero ─eso sí─; el
único verdadero, mal que le pese a esa generalidad.
Cualquiera que sea la causa (¿ignorancia?, ¿aberración?), es
lo cierto que se tiene un falso concepto, por relajamiento del propio, u
opuesta y extraviada percepción, de lo que es el sport en general y muy particularmente el que se cultiva en esta
provincia.
Porque, veamos, ¿es un puro juego de pasión, o un estímulo
de ejercicios físicos? ¿Un motivo de discordia y odio, o un fundamento de
solaz, amistad, fortaleza?
Indudablemente, su fin como su práctica son edificativos,
moral y materialmente, y desde el momento en que pierda este carácter, el sport no tiene razón de ser: hemos de
considerarle como un enemigo de la sociedad.
Estado insostenible
Los que hoy, con muy buen propósito indudablemente, pero sin
un sistema razonable y producente, enaltecen la lucha canaria, atizando la
afición en el público, deben pararse a meditar sobre el asunto, si quieren que
su campaña obtenga el apetecido satisfactorio resultado.
Constituido este ejercicio en un espectáculo interesado y de
partidos, ocurren ahora ciertas cosas que no son precisamente las que se persiguen,
o mejor, las que deben perseguirse.
De un lado, sólo un número muy reducido de hombres lo
aprenden y practican; haciéndose profesionales con el único y exclusivo objeto
de ganarse unas pesetas y satisfacer una vanidad mal entendida.
Por otra parte, tanto los mismos interesados como los
espectadores, divididos en bandos, se apasionan, con todas las consecuencias de
tan funesto morbo: malquerencias, odios, trampas, venganzas, divorcios y...
pendencias.
Los hechos no me dejan mentir. ¿Es ésta la razón de la lucha
canaria?
Entonces adolece de los mismos vicios, siendo tanto o más
perniciosa, que esos otros salvajismos que se llaman: riñas de gallos, corridas
de toros, boxeo...
¡Ah, señores! Si así fuera, debíamos avergonzarnos de ella,
y, poseídos de la gran dignidad de hombres, encerrarla nuevamente en el polvo
del olvido, donde yacía.
El dilema
El dilema es este: o se hace de la lucha canaria un deporte
noble y desinteresado, o debe desaparecer.
No me opongo a que se dé algún espectáculo de vez en cuando;
pero en ciertas condiciones y organización especial, de forma que no pueda ser
motivo de querella y distanciamiento, no ya sólo entre individuos, como está
sucediendo, sino hasta entre pueblos, como ¡ay! lleva camino de suceder.
¡No!, insisto; la lucha ha de ser una cosa que todos,
absolutamente todos, sin distinción de clases ni edad, practiquen, como
gimnasia deleitable, en el hogar, en la escuela, en el campo, dondequiera; y
nada más.
Es en este sentido cómo ha de encauzársela. Otra cosa, más
que inmoral, es criminal”.
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Con lo del profesionalismo y ganarse unas pesetas… a lo que
hemos llegado. Y no olviden que un servidor no enjuicia, solo transcribe. Esas
opiniones quedan a la consideración de los amables lectores. Que son unos
cuantos. Sobre todo, y agradecido, los del grupo de La lucha canaria.
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