Aureliano deja bien puesto su apellido venciendo a
Victoriano Rodríguez, a José Darías y al ya veterano luchador Indalecio Reyes.
Los triunfos de Aureliano, los detiene Juan Díaz que se
apunta también las luchas contra Manuel G. Reyes y J. Mesa.
Manuel García sale decidido a quitar la lucha de ventaja que
lleva el partido contrario y lo consigue venciendo a Díaz. Después agarra dos
veces con Camino hace una defensa de padre y muy señor mío, pero al fin pierde
la lucha. Y van...
Aparece en el terreno el vengador de García ¡cosas del
destino! Leonardo se da el gusto de remolinear a Camino, y como no basta el
remolino, emplear su tremendo toque para atrás.
Cayó Camino y cayó también a manos de Leonardo, el forzudo
Severiano Jiménez. Agarra un par de veces Leonardo y Juan Martín Ramos, y se
retiran a descansar.
Adrián de León, que hace tiempo tenía el santo y el tribunal
de espaldas, ganó ayer dos encuentros, que afortunadamente no le fueron
discutidos, contra A. Gómez (Magdalena)
y Francisco Perera.
Indalecio González, agarra con Adrián; abre Indalecio el
compás de sus piernas, busca la corva de Adrián que rápida se escabulle y al
fin traban lucha que gana Indalecio.
Indalecio es vencido por el poder de Eusebio García el Herrero, y se retira después de su
defensa, exclamando: ¡Es mucho hombre!
Sale entonces un luchador bueno y poderoso: Melián Rivero.
Lo levanta Eusebio varias veces sin conseguir rematar con arte sus esfuerzos y
es derrotado por una bonita lucha de Melián.
Nos acordamos de las palabras de Indalecio acerca de Eusebio
y repetimos: Es mucho hombre.... pero es mucho más hombre que luchador. Y
Eusebio, si quiere, dicen los inteligentes, podría ser las dos cosas.
Y llega entonces el momento de la actuación de Mariano y los
expectadores [sic] se preparan para los grandes acontecimientos. No quedaron
defraudados.
Mariano y Melián, buena pareja; Mariano ataca decidido y
casi se lleva un disgusto; agarran de nuevo y cae Melián víctima del cango
famoso.
A Melián le sustituye el héroe de la lucha de Tegueste,
Agustín Gómez. Mariano lo levanta con todo el peso de sus laureles del domingo
anterior y Agustín se retira vencido, dejando el paso a un compañero que
comienza, puede decirse, a luchar y ya es temible: Liborio Pérez.
Liborio no pierde el tiempo amaga y levanta a su enemigo y
queda trabado el cango. Mariano se afirma y después da el salto incomprensible,
el salto de la muerte, señalándose Cabrera un triunfo mas, siendo justamente
ovacionado, pero todavía hay algo mejor; su lucha con Emilio Rivero.
Rivero quiere deshacerse de su adversario arremete con ganas
y consigue poner a Mariano al borde de la derrota; pero allí es donde Mariano
se muestra más luchador, entonces es cuando doblando la cintura toca habilidoso
con su pie el del contrario para obligarlo a caer abrazados y confundidos en un
momento que dice todo lo hermoso de la lucha canaria, brava, esbelta y
original, fuerte sin dejar de ser elegante y artística.
Mariano y Emilio Rivero agarran varias veces más, sin
decidirse la lucha.
José Alvarez, del partido de Tegueste y Tejina, se desquitó
el domingo de toda la desgracia que hace tiempo le persigue.
Venció con todas las de la ley, y fué muy aplaudido, a
Cedrés, a Déniz y a Francisco González.
Juan Martin Ramos da en tierra con Leonardo, y se encuentra
frente a José Martín Sopo.
Unos minutos y Juan Martín Ramos cae a los pies del Sopo.
Después se efectuó el encuentro que no llegó a decidirse:
José Martín y Francisco Hernández.
Cierto; la lucha no llegó a decidirse; Francisco Hernández
es un coloso de poder que ha luchado mucho, y si no está para hacer filigranas,
tampoco quiere caer como un muchacho nuevo; por esto se limita a esperar. Y por
lo mismo fueron inútiles por esta vez el arte y la destreza del Sopo, que si no tiró a Pancho, levantó
al público con una soberana palmada y lo volvió a sentar desplomado de
admiración y entusiasmo con un remolino de maestro”.
Pero, antes (día 2), también La Prensa, página 2, nos relataba:
“Aristocratizándose más cada día nuestro hermoso deporte
regional, ayer se celebró una interesante lucha corrida en el Salón Nivaria.
Midieron sus fuerzas el partido de esta capital y la coalición Tegueste-Tejina,
que acaudillan Emilio Rivero y Pancho Hernández, presentando ambos equipos
algunos luchadores jóvenes que dieron mucho juego y mantuvieron latente el
interés del público durante la primera parte del espectáculo.
Hubo después magníficos encuentros entre los maestros del
arte, sobresaliendo los formidables garabatos de Mariano Cabrera, dos luchas
eminentemente clásicas del Zurdo y
las inesperadas proezas que hicieron el Merlo
y José Alvarez, pertenecientes al partido de La Laguna estos dos últimos.
Después de una habilísima lucha del inimitable José Martín,
que venció al Guarda, salió Pancho el de la Caldera a vengar el gran
remolino que le propinó en Tejina, sin que ninguno de los dos cayese, a pesar
del arte que derrocharon.
El resultado del encuentro fué de 16 luchas para el partido
de esta capital, por 14 que se apuntó el de Tegueste y Tejina.
En ambos partidos quedaron varios luchadores sin caer”.
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