viernes, 17 de septiembre de 2021

131. Repetidas desobediencias

Para ser sinceros, hemos de hacer constar que pasamos por alto las pequeñas notas que salpicaban los periódicos de la época que venimos relatando. Pues no es nuestra intención, reiteramos, elaborar tratado alguno del noble deporte. Dejamos constancia, no obstante, que hemos tropezado con varias reseñas que daban norte de comportamientos inadecuados en una luchada celebrada el 15 de abril de 1917 en el Teatro Viana. Así, en los días siguientes, se insertaron varias pinceladas que coincidían en llamar a atención para que no se desvirtuara una práctica que se caracteriza, precisamente, por sagrados valores a proteger. Se temía que la rebeldía de algunos luchadores y las decisiones de los Tribunales que se formaban para dirimir las diferencias surgidas, echaran por tierra los trabajos llevados a cabo para potenciar la lucha canaria.

En Diario de Tenerife (periódico de intereses generales, noticias y anuncios; amén de decano de la prensa canaria), en su número 9968, año XXXIII, correspondiente al 19 de abril de 1917 (jueves), páginas 1 y 2, se publica un extenso comentario que nos pone en situación acerca de la problemática suscitada. Va su transcripción literal:

“Tímidamente anunciamos en la revistilla que hacíamos el martes, unos comentarios a lo ocurrido en la lucha del Domingo.

En realidad los comentarios no hacen falta; todo aficionado que haya tenido el mal gusto de leer lo que allí decíamos los habrá hecho, seguramente para coincidir con nosotros haciéndose esta pregunta: ¿Para que se nombra el Tribunal?

En estas líneas tenemos que referirnos a los sucesos del Domingo por ser los más recientes, y por ser aquel día de lucha en el que se puso más patente la desorganización; la falta de disciplina, la ausencia de un buen reglamento, defectos todos reflejados en las desobediencias repetidas que obligaron al Tribunal a retirarse. Con tal conducta va a ser empresa difícil encontrar en lo sucesivo personas serias que acepten el nombramiento de Jurado.

Es muy poco agradable para nadie hacer el ridículo, y es una falta de consideración, el designar jueces (que casi siempre aceptan a puros ruegos) para desobedecerles a las primeras de cambio.

Y con solo exponer estas consideraciones salta a la vista la necesidad de imponer condiciones por parte del Tribunal: Todo luchador que no se someta a las decisiones del Tribunal, debe ser castigado no permitiéndosele seguir tomando parte en las luchas durante una temporada. Esto o cosa parecida.

Claro está que los capitanes y demás luchadores deben en estos casos apoyar al Tribunal y si, por el contrario (lo que no debiera nunca suceder) se hicieran solidarios de la conducta del luchador rebelde, debe castigarse a tal partido con la pérdida, por ejemplo, de los beneficios que le corresponden.

Nómbrese, como siempre se hace, el Jurado de común acuerdo, y aplicando con energía el reglamento se evitará la repetición de escándalos, que si para nosotros tiene algo del calor de la tierruca, ante los, extraños nos deja en muy mal lugar.

Quizás exista, nosotros no lo sabemos, alguna costumbre hecha ley que autoriza al Jurado para evitar abusos; considérese entonces como no escritas las anteriores y sirvan estas líneas de ruego para que tanto los señores del Tribunal como los directores de los partidos se decidan desde luego a obrar con prudencia, sí, pero también con energía.

Lo referente a la actitud del público es de más difícil arreglo. El apasionamiento no puede evitarse; las simpatías por uno u otro bando son la causa de algunas injusticias; desde luego, el ideal sería que se rindiese siempre el homenaje al mérito, fuera de los de arriba fuera de los de abajo; que se aplaudiera a uno y otros la gallardía, la limpieza, el arte; pero esto, por ahora, es mucho pedir.

Contentémonos con la abolición de los gritos, siempre molestos y a veces injuriosos; esto, que es cuestión de educación, entra de ello en la misión de las autoridades. Aquí en Santa Cruz, valgan verdades, y gracias al celo de algún jefe de seguridad que interpreta fielmente los deseos de los expectadores sensatos, se ha adelantado mucho en este sentido.

En el encuentro del día 1.° del corriente en el salón Nivaria con el partido de Tegueste y Tejina, después de Mariano Cabrera, entre los luchadores mas aplaudidos recordamos a Melián Rivero y a José Alvarez León.

En los encuentros celebrados en Tegueste y en Tejina el compañerismo fué la nota característica; surgía, es cierto, alguna diferencia entre los jueces, defendía cada grupo lo que le era más simpático; pero hablaban los señores del Jurado y aunque algún luchador estuviera seguro de que el fallo era equivocado, se sometía al mismo y el expectáculo [sic] continuaba. Y en esto está el secreto; el público, por muy apasionado que sea, sigue generalmente la conducta de los luchadores; lo malo está en que estos quieran hacer mas caso al público que al Tribunal.

Pudiéramos citar algunos casos que prueban lo que queda escrito, pero no queremos que se interpreten mal nuestras intenciones.

No intentamos establecer parangón entre la conducta de unos y otros; señalamos los defectos y a los presidentes de las distintas sociedades corresponde el examinarlos y ponerles el remedio radical. Y si conseguimos esto, nos daremos por satisfechos. Un poco, de buena voluntad y las luchas entre La Laguna y Santa Cruz serán un éxito.

Terminemos nuestro articulillo recogiendo también las impresiones o comentarios que oímos acerca del sitio en que deben celebrarse las luchas. Todos parecen conformes en que el deporte canario pide á gritos la tierra y el aire libre.

El escenario de un teatro, ni la sala del teatro Viana de la vecina ciudad, son locales que reúnen condiciones; por lo menos las estadísticas nos dicen que es en ellos donde se presentan más dudas y contrariedades, sin duda por la falta de luz y de espacio.

Tiempo es todavía, creemos, de encauzar las cosas por buen camino; el público sigue con cariño y curiosidad la carrera de los modernos atletas y ha declarado a la lucha canaria expectáculo favorito; pero este público entusiasta y bonachón, también se cansa y terminará por volver las espaldas, si los más interesados, no ponen de su parte toda lo posible por complacerle.

Como no faltará quien conociendo al autor de estos comentarios, nos negará autoridad para hablar de estos asuntos, descargaremos nuestra responsabilidad diciendo que todo lo dicho es copia de lo oído aquí y allá a personas inteligentes y sensatas.

Para solucionar todos los conflictos que hasta ahora hemos presenciado en los encuentros de lucha canaria, más que entender de garabatos, caderas y levantadas, ha hecho falta, pero mucha falta, carácter, buena voluntad y sentido común”.

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Si ustedes no tienen inconveniente por mí que no quede volvemos el lunes.

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