Como ya adelantamos días atrás, estaba situado en la calle
Juan de Vera y fue, indistintamente, circo, salón, gallera (primera finalidad
para la que se construyó el edificio en 1887) , teatro (adaptado para tal
cometido en 1894) o parque. Modesto y reducido espacio no satisfizo nunca las
viejas aspiraciones de la sociedad de La Laguna por contar con un espacio
cultural de cierto realce. Muchas fueron sus vicisitudes a través del tiempo
hasta que en 1918 es arrendado por la empresa que regentaba el Teatro Leal, a
fin de eliminar la posible competencia.
Y el relato de la precitada crónica es el siguiente:
“Los luchadores de Santa Cruz midieron ayer sus fuerzas una
vez más con los de La Laguna y pueblos vecinos; en lucha corrida y haciendo
caso omiso de las luchas empatadas, contamos 32 encuentros, correspondiendo 17
a favor de Santa Cruz y 15 a favor de La Laguna, quedándose Santa Cruz sin
luchadores y La Laguna, según frase del deporte, con el terrero.
Faltóle gente a la Capital y no acompañó la suerte a nuestros
luchadores; no luchó José Delgado, cayó demasiado pronto Leonardo y el mismo Sopo, sin recoger triunfo alguno, cayó
mereciendo la victoria.
Manuel García tuvo una buena tarde; Rafael Déniz, que llegó a
última hora, en dos luchas que ganó confirmó la impresión del día de su
presentación; hay allí luchador para rato; digno compañero del anterior es Eusebio
García; venció este con extraordinario poder a cuatro contrarios entre estos
Manuel Valencia, Gregorio Correa y José el chico.
De La Laguna distinguiéronse Isidoro Tavío, Julián Hernández
y Antonio Hojita, éste último por ser el vencedor de Déniz.
Angelito bien merece párrafo especial; ganó tres luchas que
fueron de lo mejor de la tarde. Su encuentro con Ezequiel fué un interesantísimo
pugilato entre el arte y la fuerza; pequeño y aparentemente de constitución endeble,
sólo el agarrar con un hombre de poder parece una provocación de la debilidad o
un abuso de la fuerza; nada más desproporcionado y por lo mismo nada más interesante
que el observar como el cuerpo ágil, menudo, blando como el de un niño pequeño,
se retuerce y se escabulle entre los músculos del contrario y ya en el aire y
casi vencido, llama por el arte y con la magia de un garabato que no tiene
explicación con palabras, dá en tierra con un atleta y es saludado
victoriosamente.
Lo mucho que nos hemos extendido nos obliga a no detallar
más, dejándonos en el tintero algunos comentarios, que está pidiéndonos a
gritos la actitud del público demasiado apasionado y que puede dar al traste
con el deporte canario con tan lisonjeras esperanzas resucitado por entusiastas
elementos de esta Capital.
El asunto es delicado y conviene afrontarlo prudentemente”.
-----------
Es la segunda ocasión, en esta segunda tanda de entregas
(años siguientes a 1910) que el reportero alude al comportamiento apasionado
del público asistente a las luchadas. Me asaltan tremendas dudas al respecto.
Espero que estudios de mayor calado que esta simple relación de encuentros
entre laguneros y santacruceros, casi siempre, indaguen acerca de tal
particular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario