lunes, 30 de agosto de 2021

116. Excesiva pasión

Gaceta de Tenerife, diario católico de información, redacción y administración: c/ San Francisco, 7, teléfono 425, 30 de octubre de 1916 (número 1912, año VII), página 2, nos vuelve a detallar la crónica de una nueva luchada en el lagunero Teatro Viana, recinto del que sería conveniente recordar algunas pinceladas históricas extraídas del trabajo Los espacios cinematográficos en La Laguna hasta la Guerra Civil: plazas, teatros y cines, de Enrique Ramírez Guedes:

Como ya adelantamos días atrás, estaba situado en la calle Juan de Vera y fue, indistintamente, circo, salón, gallera (primera finalidad para la que se construyó el edificio en 1887) , teatro (adaptado para tal cometido en 1894) o parque. Modesto y reducido espacio no satisfizo nunca las viejas aspiraciones de la sociedad de La Laguna por contar con un espacio cultural de cierto realce. Muchas fueron sus vicisitudes a través del tiempo hasta que en 1918 es arrendado por la empresa que regentaba el Teatro Leal, a fin de eliminar la posible competencia.

Y el relato de la precitada crónica es el siguiente:

“Los luchadores de Santa Cruz midieron ayer sus fuerzas una vez más con los de La Laguna y pueblos vecinos; en lucha corrida y haciendo caso omiso de las luchas empatadas, contamos 32 encuentros, correspondiendo 17 a favor de Santa Cruz y 15 a favor de La Laguna, quedándose Santa Cruz sin luchadores y La Laguna, según frase del deporte, con el terrero.

Faltóle gente a la Capital y no acompañó la suerte a nuestros luchadores; no luchó José Delgado, cayó demasiado pronto Leonardo y el mismo Sopo, sin recoger triunfo alguno, cayó mereciendo la victoria.

Manuel García tuvo una buena tarde; Rafael Déniz, que llegó a última hora, en dos luchas que ganó confirmó la impresión del día de su presentación; hay allí luchador para rato; digno compañero del anterior es Eusebio García; venció este con extraordinario poder a cuatro contrarios entre estos Manuel Valencia, Gregorio Correa y José el chico.

De La Laguna distinguiéronse Isidoro Tavío, Julián Hernández y Antonio Hojita, éste último por ser el vencedor de Déniz.

Angelito bien merece párrafo especial; ganó tres luchas que fueron de lo mejor de la tarde. Su encuentro con Ezequiel fué un interesantísimo pugilato entre el arte y la fuerza; pequeño y aparentemente de constitución endeble, sólo el agarrar con un hombre de poder parece una provocación de la debilidad o un abuso de la fuerza; nada más desproporcionado y por lo mismo nada más interesante que el observar como el cuerpo ágil, menudo, blando como el de un niño pequeño, se retuerce y se escabulle entre los músculos del contrario y ya en el aire y casi vencido, llama por el arte y con la magia de un garabato que no tiene explicación con palabras, dá en tierra con un atleta y es saludado victoriosamente.

Lo mucho que nos hemos extendido nos obliga a no detallar más, dejándonos en el tintero algunos comentarios, que está pidiéndonos a gritos la actitud del público demasiado apasionado y que puede dar al traste con el deporte canario con tan lisonjeras esperanzas resucitado por entusiastas elementos de esta Capital.

El asunto es delicado y conviene afrontarlo prudentemente”.

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Es la segunda ocasión, en esta segunda tanda de entregas (años siguientes a 1910) que el reportero alude al comportamiento apasionado del público asistente a las luchadas. Me asaltan tremendas dudas al respecto. Espero que estudios de mayor calado que esta simple relación de encuentros entre laguneros y santacruceros, casi siempre, indaguen acerca de tal particular.

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