“De buena, según oímos a personas entendidas, podía
calificarse en general la luchada celebrada ayer en el teatro Viana de la
vecina ciudad.
Desde luego no hubo tiempo de aburrirse; cuando no teníamos
en el terreno a los luchadores podíamos entretenernos contemplando a la guardia
afanosa por contener los arrebatos del público.
Comprendemos y creemos muy conveniente meter en cintura,
valga la frase, a todo el que se propasa en sus entusiasmos y da rienda suelta
al apasionamiento para molestar a un luchador, pero no vemos la razón porqué se
pone tanto empeño en contener el homenaje con que los espectadores premian la
habilidad y fuerza desplegadas por cualquiera de los adversarios.
La práctica demostró ayer que esto es imposible y para lo
sucesivo sería tener entendido que el aplauso en nuestra tierra nunca significa
acto de hostilidad para el vencido, porque sería innoble e injusto, sino
explosión inevitable de la emoción durante algunos minutos contenida ante el
juego sostenido por dos campeones.
Pero dejémonos de disgresiones, que no me negarán ustedes
que son acertadas aunque si inoportunas, y miremos al terreno donde ya se encuentra
esperando a un contrincante uno de los hermanos Patamochos.
La lucha comienza con la gente escogida, aunque como veremos
no tiene desperdicio el personal que hoy se presenta.
El Patamocho que inicia la lucha, y que creemos es el más
pequeño de los tres, gana las 1ª y 2ª luchas.
Pero Fernando Santana le quitó pronto el contento haciéndole
pagar con una inesperada caída las palmaditas del Patamocho (3ª lucha).
Resonaban aún los aplausos (a pesar de la policía) cuando
agarra con Santana otro Patamocho; se acuerda el de Tegueste de la derrota que
sufrió en Santa Cruz a manos de su adversario y da con éste en tierra (es un
decir) ganando la 4ª lucha.
Para la 5ª ─era
de esperar─ sale el Patamocho
restante que logra vengar a sus hermanos.
Emilio Rivero se ha puesto el traje de luces, vence a
Patamocho (6ª lucha) y se retira satisfecho de haber cumplido con su deber.
La 7ª la gana José el chico.
Y aunque el chico se defiende en la 8ª cae a manos de
Mandarria quien después de ganar la siguiente (9ª) se retira bien para
descansar o para darle un chasco a Juan Reyes (el Marchante).
Juan Reyes gana la 10 y… conflicto en puerta; los ánimos se
han ido agriando y los luchadores dejan de saludarse con nobleza tomando el aspecto
peligroso de gladiadores enemigos. El mismo Reyes soluciona y calma el cisco
despojándose de los arreos de la lucha.
La lucha 11 queda por la Laguna; la 12 la pone Francisco
(Majorero) a favor de Santa Cruz. Manuel Valencia gana las 13 y 14 y pierde la
15 a manos de Salvador Guerra quien también tiene la fortuna de vencer a
Eustaquio Valencia (lucha 16).
José Correa quita la impresión de las anteriores venciendo a
dos de Santa Cruz (17 y 18) y agarra en la 19 con su eterno contrincante, Tomás
Albertos ganando éste; más tardó en caer José que en salir Gregorio Correa ─¡la voz de la sangre!─ pero fué vencido (lucha 20)
dejando el encargo de levantar el pabellón a Andrés Rosa quien lo consigue
tirando a Tomás Alberto en la lucha 21.
El encuentro 22 fué el de la emoción; El Sopo y Andrés Rosa;
fuerza y habilidad, arte y limpieza; gana El Sopo y aplaude hasta el mismo
Rosa; llueve dinero. El mismo Sopo siempre con elegancia y verdadero luchador
gana las 23 y 24 luchas esta última con José Rodríguez Rosa y se retira a...
contar lo recaudado.
José Delgado sustituye al Sopo y no queriendo ser menos que
el maestro logró apuntarse a su favor los encuentros 25, 26 y 27.
Delgado es vencido (28) por Pedro Rodríguez Rosa. El
vencedor agarra con Manuel García, presentándonos una lucha de dobladillo que
fué de lo bueno, sinó lo mejorcito de la tarde. Cayó Manuel García (lucha 29) y
salió a hacer el núm. 30 Ricardo Campos que luchó heroicamente con Pedro
Rodríguez, siendo ambos aplaudidos, cayendo al fin Ricardo.
Después agarraron El Marchante y Mandarria... pero aquello
era un imposible; todo el poder y las ganas de Juan Reyes (o González como dice
el programa) se estrellaban en un esfuerzo inútil contra la astucia de
Mandarria poco deseoso al parecer de ganar pero nada dispuesto a sucumbir,
haciendo filigranas.
Un desafío hecho por un Patamocho fué aceptado por Julián
Hernández o Hijo de Hipólito; ganó la 1ª lucha el Hijo de Hipólito pero no fué
posible continuarlas, porque no se ponían de acuerdo los adversarios en la
interpretación de las leyes de la lucha.
En resumen, de 30 luchas, Santa Cruz ganó 16 y las 14
restantes La Laguna; pero de uno y otro bando quedaron jugadores por tirar: El
Sopo, Mandarria, Emilio Rivero, Pedro Rodríguez Rosa y el Marchante. No tomaron
parte, y se notó la ausencia de los veteranos Pancho el de la Caldera, el
Capitán y los afamados Angelito y El Indio”.
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Se celebró la citada lucha en el lagunero Teatro Viana,
situado en la calle Juan de Vera y construido en 1887 como una gallera. Cuenta
con una historia cargada de múltiples peripecias y desaparece como sala de
diversos espectáculos en los primeros años de la década de los veinte del
pasado siglo.
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