“Suscrito por estimados paisanos residentes en la Argentina,
hemos recibido un ejemplar del Manifiesto que han publicado y que tenemos mucho
gusto en insertar en nuestras columnas.
Dice así:
Un movimiento espontáneo de Asociación se ha despertado
brioso y entusiasta entre los hijos de esta tierra residentes en la Argentina.
Ya era tiempo; vivir separados, aislados, desconociéndose y ocultándose los
unos á los otros, como si las llanuras inmensas de esta tierra hospitalaria y
noble nos hubiera hecho olvidar aquellas, montañas nuestras que se levantan en
el Atlántico, como vigías cuidadosas de la paz encantadora de nuestros valles y
de la dulce tranquilidad de nuestros caseríos blancos y alegres, donde viven
los canarios como hermanos, en familia; vivir así lejos de la tierra nativa,
haciendo girones el ajuar sagrado de la cuna que nos meció á todos, cual si se
tratara de huérfanos infortunados, sin madre que nos inspire recuerdos ni
afecciones ni cariños, vivir así, era imperdonable.
Una necesidad grande, imperiosa, nos llama á unirnos, nos
obliga á formar una colectividad respetable, que se mueva á impulsos de
sentimientos y aspiraciones comunes, no solo para avivar en el corazón el fuego
del amor á la tierra lejana, sino para mejor incorporarnos á la labor intensa
de este pueblo, que lucha afanosamente por su engrandecimiento y prosperidad.
Todas las regiones de los distintos pueblos que en la Argentina
viven cuentan Sociedades de protección mutua y de instrucción y recreo. Todas
menos nosotros los Canarios; que formamos en este sentido una triste y dolorosa
excepción. Y no se explica en nosotros ese espíritu díscolo, rebeldes a tales
movimientos colectivos. Somos nosotros los Canarios por carácter, por
temperamento, por una suprema razón geográfica eminentemente regionalistas,
enamorados de nuestro suelo, hermoso cual ninguno; apegados á nuestras
costumbres, sanas y buenas; orgullosos de nuestras tradiciones, de nuestras
virtudes, de nuestra historia. Donde quiera que se hallen los Canarios, viven unidos
con lazos fraternales, como si las montañas que allá nos estrechan y los mares
que nos rodean, nos rodeasen y nos estrechasen por donde quiera que vamos.
En Cuba, la Asociación Canaria sirve de modelo en esta clase
de agrupaciones regionales. Nadie ignora la importancia y los prestigios de que
goza el Centro allá formado por nuestros hermanos. Sabemos que aquí se ha
intentado distintas veces hacer lo mismo, pero sin éxito. No pretendemos saber
las causas, pero cualesquiera que ellas sean, nada dicen, ni nada pesan, para
que en estos momentos dejemos, de una vez por todas, resuelto el problema. La
Asociación Canaria en la Argentina es ya un hecho, una hermosa realidad.
El día seis de Julio, del año actual, y en los salones del
diario La Prensa quedó definitivamente constituida, entre las aclamaciones de
centenares de paisanos. En pocos días contamos ya con más de ochocientos
socios. De todas partes recibimos adhesiones, cartas llenas de estímulos y de
alientos. Nos proponemos agrupar á todos nuestros hermanos que en esta
República viven. A todos llamamos, á todos nos dirigimos seguros de que habrán
de responder con la voz del patriotismo á nuestro llamamiento, y seguro también
de que está cercano el día en que quince mil canarios en la República Argentina formaremos
todos una colectividad grande y fuerte por la unión, poderosa y respetada por
todos.
El programa de nuestra Asociación contiene las más justas y
legítimas aspiraciones de la Colonia Canaria. Propónese, en primer lugar, prestar
auxilio á los compatriotas necesitados. En sus enfermedades tendrán médico, farmacia
y pensión en metálico. Más tarde, quizás pronto y es ese nuestro ideal,
contaremos con un Sanatorio, que será nuestro, de todos los Canarios, donde una
mano fraternal, la mano del compatriota, mitigue cariñosa las amarguras de la
enfermedades, que agobian más y desconciertan más lejos de la tierra, ausentes
del hogar.
Y si la que todo lo arrastra, y todo lo destruye llevase á
descansar á alguno de los nuestros, ¡qué hermoso es tener un sitio reservado en
la tierra santa, donde manos piadosas sembrarán flores y labios hermanos
elevarán preces!
La emigración canaria aumenta cada día hacia estas orillas,
y la necesidad de unirnos es por ello más imperiosa. Los que lleguen encontrarán
aquí una casa que les espera, y brazos amables que se abrirán para recibirles.
Conocemos el calvario que muchos de nuestros compatriotas recién venidos suelen
recorrer, acudiendo aquí y allá, en busca de auxilio ú orientación; llamando á
puertas privadas que no siempre se abren.
Nuestra Asociación, en adelante, se encargará de ellos, en la
medida de sus fuerzas.
Haremos también,
oportunamente, obra de Instrucción, creando escuelas, dando conferencias; y
celebraremos fiestas de cultura en que domine la nota de nuestras costumbres y
campee nuestra sana jovialidad; fiestas donde escucharemos nuestros cantares,
nuestras Isas enérgicas, valientes, dulces y tiernas; nuestras Folias cadenciosas,
rítmicas, subyugadoras; y sobre la arena, en el Terreno, nuestros atletas harán
honor á la lucha Canaria, nuestro juego; tradicional, lleno de peripecias audaces,
de valor, de nobleza; sobre todo de nobleza, que es el rasgo distintivo de
nuestra raza. Y así disfrutaremos algunas horas abiertas como paréntesis en el
diario bregar de la vida, disfrutaremos de lo nuestro; templando el espíritu
con recuerdos y afecciones imborrables. Y ahora, Canarios, la casa está hecha,
y abiertos quedan los anchos portales solariegos: entrad”.
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