jueves, 26 de agosto de 2021

114. ¡Lucha, lucha!

Fue Atilano Santos el seudónimo que utilizó el periodista y escritor Antonio Suárez Álamo (1892-1947) en sus múltiples incursiones en la prensa tinerfeña. De Gaceta de Tenerife (diario católico de información, editado en Santa Cruz de Tenerife, capital de la Provincia de Canarias: así rezaba en su cabecera), rescatamos del ejemplar número 1867, año VII, publicado el 14 de septiembre de 1916 (jueves), y de su página 1, este pequeño artículo:

“Por el amplio salón de espectáculos repercuten, potente, como una detonación, el grito, salido de muchos pechos: ¡Lucha, lucha! en tanto los jueces de campo cambian una mirada de inteligencia y toman de la mano, con cariño, a dos mozalbetes.

¡Angelito, es Angelito! gritan todos.

Y Ios ojos quedan fijos en los ágiles luchadores que, semejantes a los gladiadores romanos yacen en el terreno, dispuestos a defenderse con brío antes de ser vencidos.

¡Noble espectáculo que nos habla, con dulce simpatía, de una raza de hombres de elevado corazón, de alma grande!...

Angelito y su compañero se estrechan efusivamente las manos. Sonríen ambos y empieza entonces la lucha.

Loa dos luchadores han permanecido unos momentos agarrados y lucen habilidades que arrancan los aplausos del público.

Loa bregadores, sin vencerse aún, descansan unos momentos. En tanto, el compañero menos rendido, convida al otro con un vaso de vino.

Y continúa luego la lucha, logrando vencer Angelito, el Belmonte, (perdóneme el amigo la comparación) he querido decir el luchador predilecto del público.

La gente se entusiasma entonces y caen en el terrero algunas monedas. Mientras tanto el vencedor le tiende cariñosamente las manos al vencido y le levanta del suelo, compartiendo con él el dinero que el público, en el colmo de entusiasmo, ha arrojado a la pista .

Así es de noble, así es de altruista ese espectáculo conocido por lucha canaria.

Ya quisieran pueblos que se precian da cultos cambiar sus Johson por este diminuto luchador canario que se llama Angelito”.

Del periódico digital La Laguna Ahora (7 de agosto de 2021) entresacamos estas líneas para ahondar en la figura de este luchador que ya forma parte de la leyenda de este noble deporte:

Fue Angelito un mítico luchador lagunero, conocido como ‘el niño de cera’, con el que podríamos afirmar que se popularizó lo de ‘el grande perdió, el chico ganó’, y que demostró sus habilidades, entre otros recintos, por los teatros Viana y Leal (tan relacionados con los hermanos de la Cruz, a su vez propietarios de plataneras en la zona de La Gorvorana), y del que Manuel Verdugo escribe:

Angelito no se envanece con los aplausos. Su noble e insuperable maestría en la lucha canaria se valora no sólo por la relativa exigüidad de su estatura y por una falsa apariencia de endeblez corporal, sino también por su simpática y atrayente modestia. Éstas y otras cualidades morales y físicas concurren en él para formar un tipo de luchador único, notabilísimo, que no se ha dado, ni creo que se vuelva a dar, entre los cultivadores del arte regional.

O estos poemas:

Gira con ímpetu rudo / cual si te fuera a estrellar / y el público, ansioso y mudo, / te ve un momento oscilar / bajo el Hércules membrudo. // Pero en ese instante, / tras un fugaz remolino, / te alzas severo y triunfante, / mientras por tierra, mohíno, / rueda, a tus pies, el gigante. // Y luego que a tu rival / tiendes la mano leal, / suena de entusiasmo el grito / y… no eres Angelito / sino un Ángel colosal. [Domingo J. Manrique]

Cuando Dios se aburre arriba, / para alegrarse un poquito / baja con San Pedro y viene / a ver luchar a Angelito. [J. Machado]

Desde el Tanque a San Benito, / de El Baldío a Las Canteras, / no hay luchador más bonito / que ese diablo de Angelito, / por desvíos y caderas. [Gil Roldán]

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…como ganaron Méndez, Angelito, Palmero y Camurria, frente a rivales de peso mayor, cantan Los Sabandeños.

Ramón Méndez y Machín, el Chorizo y el Piñero, se batieron con honor en la arena del terrero, digo yo, porque cantar se me da muy mal.

Angelito, pude haber titulado también el presente. ¿O no?

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