viernes, 15 de octubre de 2021

153. Afeminamiento corrosivo

Entre tanta búsqueda, no podía faltar la nota discordante. Y el autor de esta colaboración en el diario ‘católico’ de información, viene a poner la guinda de una mentalidad que define demasiados pasajes negros de nuestra historia.

Gaceta de Tenerife, 28 de agosto de 1917, página 1

Nuestro colaboradores. Luchas canarias, Firmado: Ángel Pérez

“Si estudiamos la historia de la Humanidad, observaremos que todos los pueblos civilizados, se han dedicado con mayor o menor asiduidad al ejercicio de sus fuerzas corporales.

La culta Grecia, imperio de las ciencias y de las artes tuvo por divisa este sabio lema Mens sana in corpore sano. Al por que el entendimiento de los griegos daba preferencia al estudio de las Matemáticas, su cuerpo en los departamentos de la Palestra adquiría suma agilidad y belleza de formas. Si del pueblo griego pasamos al Romano, presenciamos en su Circo los terribles efectos de los sangrientos instintos de la fiera humana no reprimidos por la razón. Aquel pueblo embrutecido hallaba ameno solaz en la lucha a muerte de los gladiadores. A tal extremo conducía el mal aprecio que de los esclavos tenían... Más que como hombres considerábanlos como fieras. Vino al fin la civilización cristiana y cayeron rotas las cadenas de la esclavitud.

Las justas y torneos reemplazaron los primitivos juegos según el carácter caballeresco de la Edad Media... También ejercitáronse los hombres en los juegos de pelota, de barra y últimamente en todos los que llevan el nombre común de sports.

Entre todos los juegos gimnásticos el más inocente, simpático y más conforme con el ideal de los griegos es la lucha canaria.

Como en los juegos píticos, útinicos, nemeos y olímpicos de la antigua Grecia, adquieren los jóvenes en la lucha canaria agilidad, destreza y robustez en la musculatura, valor sereno y precisión en los movimientos... La lucha no hace colosos, pero si evita la morbidez adquirida en la inercia, dotando al cuerpo de graciosa esbeltez y finura en los contornos. Otra conveniencia de la lucha es que sirve de estímulo para conservar la pureza de costumbres.

Nuestra muelle sociedad ávida de placeres hállase muy degradada y esta degradación cuando no extingue debilita la energía de las fuerzas físicas tan imprescindible en la lucha.

Proseguid en buena hora, jóvenes canarios, con vuestros ejercicios gimnásticos que ellos no solamente os preservarán del afeminamiento (¿porque no decirlo?) que corroe nuestra sociedad, sino también seréis la esperanza del porvenir (que tan sombrío se nos presenta) y padres de una raza de atletas regeneradores de la familia y por lo tanto también de nuestra querida Patria”.

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Lo de la pureza de nuestras costumbres, la laxitud social (ávida de placeres) e invocar a la práctica de la lucha para salvaguardarnos del afeminamiento, amén de otras casuísticas, no me causa sorpresa mayúscula. Uno de los que vio la luz a finales de la década de los cuarenta del pasado siglo –me retrato– y que mamó de aquella educación (¿adoctrinamiento?) de la España Única, Grande y Libre (con mayúscula), que tuvo la oportunidad –pasadas unas cuantas décadas– de estudiar el reflejo en la prensa del entonces de la casuística de la instrucción primaria, ya viene curado del susto, prácticamente inmunizado (varias dosis).

Dejo a la consideración de los amables lectores (algunos hay) el resto de apreciaciones. Agradecido y hasta el lunes.

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