Conocido el deplorable estado de las comunicaciones en el
Sur, y considerando que las del Norte no pueden llenar las necesidades de un
movimiento enorme de pasajeros, causas de que esta isla no arribe el viajero en
grandes masas. ¿Cuál es la obra indispensable, inmediata, que debemos acometer
como medio de dar su mayor amplitud al desarrollo del turismo en nuestro país?
Si la respuesta no holgara, diríamos que el tendido de una vía férrea de
circunvalación. Esta, la construcción de algunas carreteras y las reformas de
los caminos de herradura, nos darán completo el servicio de locomoción de que
antes hablábamos.
Por fortuna, el patriótico pensamiento de dotar á la isla de
un extenso ferrocarril que la circunde, no ha caído esta vez en el vacío, pues
como ya hemos dicho en anteriores artículos, en Barcelona se estudia
actualmente el magno proyecto.
A nadie se esconde la multitud de diligencias, la diversidad
de trámites, que han de preceder á la realización de la obra: por lo tanto, es
necesario, repetimos hoy, que todos los tinerfeños de valimiento pongan sus
energías, sus actividades, su influjo, en favor del proyecto, haciendo que
aquellas diligencias y tramitaciones, sean lo menos dilatorias posible, á fin
de que, en breve plazo, mediante el establecimiento de esa extensa vía de
hierro, entre Tenerife en una nueva era de esplendor, de grandeza y de
enriquecimiento.
De nuevo, y ahora rodeada de todas las simpatías, de todas
las seguridades de éxito que le presta el popular ó ilustrado campeón que la
encauza, ha vuelto á agitarse la patriótica idea del fomento del turismo.
Nosotros, en el caso, no podemos aventurar una palabra,
porque ignoramos cuanto trae en cartera aquel valiosísimo hijo de Santa Cruz,
para hacer viable la realización de sus muy laudables deseos; pero teniendo en
cuenta cuanto pueden sus energías, su inteligencia, su genio organizador... de
todo lo que, por otra parte, ya dio altas muestras en días aciagos para la
isla, tenemos la convicción, la seguridad de que, lo que en aquel sentido se
propone, ha de obedecer á un plan vasto, completo, mediante el cual, los frutos
del turismo lleguen en su día á todas partes; pues quien, como el hombre que
nos ocupa, posee cualidades cívicas insuperables, no habrá de reducir su patria
á determinada región, sino que la ha de abarcar en su mente y en su corazón,
del mismo modo que la ciñen toda los mares en amoroso abrazo.
Por lo tanto; nosotros creemos que el Sr. D. Juan Marti y
Dehesa habrá pensado en esta magna obra del ferrocarril de Tenerife, como base
indispensable para encausar hacia nuestro país el turismo en su más amplio
desenvolvimiento.
Ya hemos dicho que el turismo y la vía férrea de
circunvalación, han de ser grandes veneros de riqueza para la isla, pero nos
falta añadir que aquél, al par, ha de ser fuente de incalculables ingresos para
el ferrocarril; y he aquí el por qué estos dos asuntos se hermanan, pues cada
uno es complemento del otro.
Vamos á terminar, por creerlas un adecuado resumen de este
trabajo, con las mismas palabras con que dimos fin al informe de este pueblo,
uno de tantos de los que por nuestro conducto, y de lo cual ya tienen
conocimiento los lectores, se han pedido desde Barcelona á varias localidades
de la isla.
A pesar de lo que expuesto queda, y por lo que venimos en
conocimiento de que el ferrocarril cuenta en toda la isla por anticipado con
una gran suma de intereses creados que le auguran vida propia, consideramos que
su más halagüeño porvenir, sus más amplios horizontes, están en el turismo ─ansioso de que se abran cómodas
vías de comunicación en Tenerife, para visitarnos─ en toda clase de viajeros; porque no arribará nadie
medianamente acomodado al puerto de Santa Cruz, que no circunvale la isla á los
pies del coloso, del gigantesco Teide níveo, bruñido en invierno; desnudo,
horrible como mito infernal en el verano, para admirar á través del viaje,
entre el confuso torbellino en que se agita el paisaje al paro del tren, sus
diversas facetas, su movilidad de ciclope, ora hundiéndose tras la profunda
sima de los valles, ya surgiendo de las cubiertas cumbres para enseñorearse
altivo de los cielos”.
No le podremos negar al tantas veces citado Manuel Álvarez
que no deje detalle al albur en sus meticulosos artículos. Y seguiremos.
(continuará)