II
Que el paso frecuente de autoridades altas y prestigiosas
por esta región había de ser muy fructífero, es indudable. El ya citado Sr.
Bargés y Pombo, en su jornada militar de Sur á Norte alrededor de la isla, en
vez de salvar la distancia entre Adeje y Guía por el camino que llamamos de
arriba, que es quizás el más quebrado de Tenerife, nuestro amigo Fernando
Jorge, vecino de aquel pueblo, que acompañó al General en el trayecto ─por esa inclinación nuestra de
proporcionar las comodidades posibles á las personas distinguidas que nos
visitan, como anteriormente decíamos, rasgo muy caballeroso, pero
contraproducente al mejor efecto─
nos lo condujo por el camino de Aponte, donde mueren con más suavidad los
despeñaderos y es menos profundo el cauce de los barrancos.
Los que á caballo tuvimos el honor de avanzar el camino para
recibir á tan prestigioso militar, pudimos apreciar en su semblante la fatiga,
el vértigo, esa especie de sobresalto que nos produce la vista de una
naturaleza caótica, atrevida, soberbia, y al preguntarle qué impresiones traía
de su jornada peñas arriba y risco abajo, lanzó una mirada hacia el terreno que
tenía enfrente con la que parecía querer medir la enorme distancia que medía
entre la altura de nuestras cumbres y la profundidad de los abismos, para contestarnos:
Vengo asombrado. Jamás he recorrido un terreno tan accidentado, tan abrupto y
apenas franqueable por un pésimo camino de herradura.
Estas impresiones se las llevó el General á Madrid; y he
aquí el por qué desde la Capital de España primero, y desde la Capitanía
general de Cataluña después, interesó al Gobierno vivamente sobre la necesidad
de la construcción de carreteras en el Sur de Tenerife: plausible solicitud que
quizás hubiera cristalizado en hechos si la muerte no hubiese tempranamente arrebatado
á militar tan distinguido. Nosotros creemos, por otra parte, que la carretera
de circunvalación no está terminada por dos causas que vamos á apuntar. Es una
el empeño que hemos puesto al objeto de obtener pequeños trozos de carretera
que unan á los pueblos con sus puertos respectivos, cuando en realidad lo que
al país conviene es unir todas las poblaciones de la isla con el puerto de la
Capital. Son pequeñas obras mendigadas, al Gobierno esporádicamente, pues no
queremos enojarlo (¡!) pidiéndole la ejecución inmediata y activa de una obra
de mayor magnitud: la terminación de la carretera general. Esto es
sencillamente cándido, pues, por lo menos en España, los que están en el caso
de dispensar mercedes, antes que al lado de los humildes inclinaron á su favor
al de los soberbios. Es otra el ahínco, digno de mayor causa, puesto por
personas influyentes ó caciquillos en solicitar, hasta obtenerlos, trozos de
carretera nuevos ó rectificación de algún kilómetro de las antiguas, que no son
de utilidad pública, sino para lujo, para comodidad de este ó el otro pueblo,
de esta ó de la otra finca.
Si los trabajos realizados en estas carreteras parciales los
hubiésemos invertido en la general, ésta tocaría en la actualidad á su término.
III
Las carreteras no llenan las exigencias de la vida
contemporánea; por lo tanto, sería de una gran conveniencia abandonar por ahora
─pues no contaríamos con
obreros suficientes para dar impulso y actividad á ambas obras á la vez─ la idea de continuar los trabajos
de la expresada carretera, dando en su lugar acogida, de un modo apremiante, á
la de un tendido de vía férrea general. Ahora bien; entendemos, por razones que
iremos exponiendo, que estos trabajos deben de comenzar allí donde se
encuentran detenidos los de la carretera de circunvalación por ambos puntos á
la vez: es decir; en Icod, con dirección al Sur y en Fasnia ─no sabemos con precisión el lugar
donde están suspendidos dichos trabajos por aquella parte de la isla─ con la misma dirección.
No se nos esconde que esta clase de obras debe comenzarse en
todas partes partiendo de la Capital ó población más importante, porque así lo
aconsejan, entre otras razones, las de índole comercial; pero en el caso
nuestro resulta que todas las poblaciones que se sitúan desde Güimar á Garachico
se hallan enlazadas por la carretera; ventaja de que carecen las muchas é
importantes del Sur. Y lo que al país conviene, dejando á un lado egoísmos y
vanidades mal entendidos, que pudieran surgir al alegar esta ó la otra
población su mejor derecho á que en ella se dé principio á los trabajos, es
enlazar en brevísimo tiempo todos los pueblos de Tenerife, siquiera sea en
parte por ferrocarril, en parte por carretera ─la que se halla construida actualmente─ obtenido lo cual, debemos siempre proseguir, con el mayor ahínco,
al objeto de llevar á su más rápida terminación las obras de la vía férrea
general.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario