Del ejemplar número 10 (año II), correspondiente al 2 de
febrero de 1862 (solo 160 años atrás) nos ha parecido interesante reproducir
dos pasajes de sus ocho páginas para que los estimados seguidores –que los hay,
le pese a quien le pese– se puedan hacer una idea de cómo podría ser la escuela
en aquella época en que la instrucción primaria se regía por la Ley de 9 de
septiembre de 1857 (la denominada ley Moyano: Claudio Moyano y Samaniego,
impulsada durante el Bienio Progresista por el Partido Moderado y que
constituyó el fundamento del ordenamiento legislativo en el sistema educativo
español durante más de cien años). Como ahora, vamos.
“Sección doctrinal. Importante es por muchos conceptos, y de
trascendentales consecuencias para la Instrucción pública de esta Provincia, la
circular inserta con el número 18 en el Boletín del 24 del mes último, cuya
circular hemos trasladado llenos de satisfacción al lugar correspondiente de
nuestro número de hoy. En ella, según verán nuestros lectores, el Sr.
Gobernador civil, escitado por el deseo que le anima de dar á la enseñanza
popular un desarrollo que esté en consonancia con las exigencias de la época
que atravesamos, ordena de un modo preciso y terminante, se lleve á cabo por
quien corresponda, y á la mayor brevedad posible, lo prevenido en los artículos
7º., 8º. y 9º. de la Ley de 9 de Setiembre de 1857. Mucha falta hacia que se
adoptasen medidas enérgicas sobre este interesante particular, y mucho
agradecemos también á nuestra autoridad superior y á la Junta provincial del
ramo hayan fijado en él su atención, puesto que es el único medio de dar á la
Instruccion de la niñez la amplitud necesaria para que surta los efectos
apetecidos. Pocos son los pueblos de esta Provincia en donde no haya Escuelas
primarias sostenidas por los municipios, siquiera sean incompletas en su mayor
parte, y aun aquellos que carecen de tan útiles establecimientos procurando
están con empeño su instalación, pues ya no se les esconden, por más que
intereses mezquinos pongan a veces una tupida venda sobre sus ojos, que ha de
proceder de ellos su bienestar futuro, el mejor porvenir á que puedan aspirar.
Empero si todos reconocen las ventajas que la Instrucción reporta á la sociedad
en general y á las familias y á los individuos en particular, sensible es que
todavía haya padres de familia, desgraciadamente en considerable número, que dejándose
dominar por un cálculo mal entendido, por vergonzosa apatia, ó por un punible
abandono, descuiden el alimento intelectual de sus hijos, privándoles así
quizás de alcanzar en el mundo una brillante posición desde la cual pudieran
prestar inmensos servicios á su patria y conciudadanos. Toda censura es poca
para tales padres: Dios, la naturaleza, el amor á sus familias les ha impuesto
la sagrada obligación de velar incesantemente por aquellos que les deben el
ser, y en vano intentarian faltar á ella de un modo absoluto sin que la
conciencia se lo reprobase como el mas espantoso crimen. Y decimos de un modo
absoluto, por que muchos padres creen cumplir la mision de tales con solo
afanarse para proporcionar á sus hijos el diario sustento y un trage de mas ó
menos abrigo, mas ó menos costoso y decente. Si á estos se propusiese el
abandono de semejante obligacion, mirarian seguramente horrorizados al que
tuviera la avilantez de aventurar tan inicua insinuacion.
Y sin embargo, aunque no debiera interesarles menos, ven con
indiferencia crecer en la ignorancia y la estupidez, es decir, sin facilitarles
la savia del alma, á las débiles plantas, tiernos pedazos de sus entrañas, que
acaso son algunos desvelos por su parte, llegará un dia en que ademas de
ostentarse árboles robustos y frondosos, enriquecieran al mundo con sus
abundantes y sazonados frutos. ¡De cuántos males es causa tan lamentable error!
Repetidas veces nos hemos ocupado de este mismo asunto, y al
estimular a los padres para que cumplan con la grandiosa, noble y santa misión
que les está confiada, no nos ha guiado otra idea que la de cooperar con
nuestras escasísimas fuerzas á la obra predilecta del siglo en que vivimos, á
la regeneración social.
(finalizamos mañana)
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