Sabemos que no es éste el sistema que se sigue en esta clase
de obras, pues lo lógico es ir uniendo los pueblos á medida que se va
avanzando, con lo cual entran desde luego en posesión del imponderable
beneficio del ferrocarril; pero esto que en otras partes, donde existe una
enorme masa de obreros, es de un resultado práctico é inmediato, en nuestro
país, si habíamos de proponernos llevar el mayor impulso á los trabajos, no
tiene ventajosa aplicación. Como es sabido, la clase obrera en Tenerife es muy
reducida, y si además de esto se tiene en cuenta que nuestros jornaleros, ya
sea por apego á la localidad donde viven, ya porque en ésta tengan pequeños
intereses de otra índole, ya porque lo exiguo del jornal no les compense de los
inconvenientes que representa abandonar su casa, ó por todos estos conceptos á
la vez, lo que les impide salir, salvo contadas excepciones, de la esfera de
acción que se han impuesto, tendremos que una obra de esta naturaleza en
nuestro país, adoptando la práctica seguida en otras partes, había de ser muy
lenta. En cambio; por el sistema de trozos de que hablamos, se le daría el
mayor impulso, no sólo por la rapidez que habían de dar á los trabajos los
jornaleros de los pueblos más inmediatos á los trozos respectivos, sino que
también por la emulación que había de despertarse entre las poblaciones en el
avance de sus trozos de línea vecinos; lo que, por otra parte, tiene además la
ventaja de beneficiar á un tiempo á los trabajadores de todas las localidades
de la isla sin necesidad de tener que alejarse de su casa á grandes distancias.
IV
Nace el prolijo artículo que hemos venido desarrollando al
calor del levantado espíritu patriótico de estas localidades del Sur con motivo
de la celebración de la última Asamblea, gran parte de su población, ansiosa,
hasta la vehemencia, de concurrir en aquellos días á la Capital de Canarias;
deseos malogrados, deseos muertos, por la falta de vías de comunicación
rápidas, cómodas y baratas. ¡Oh! ¡Si hubiésemos tenido un ferrocarril! ¡Ah! entonces,
no sólo media isla en un ir y venir activísimo de vagones atestados de gente,
hubiera desfilado por Santa Cruz, prestándole el animado aspecto de las grandes
urbes, para presenciar de cerca el patriótico acto de la celebración de la
Asamblea, para conocer al Sr. Sol y Ortega, defensor esforzado de los derechos
tinerfeños, sino que el dinero de una enorme masa de viajeros hubiese circulado
con profusión por el país en beneficio del comercio y de la industria, tan
necesitados del poderoso auxilio del ferrocarril, para su mayor
desenvolvimiento.
Pero es que hay razones de otra índole, más poderosas si
cabe que las expuestas, que obligarían á otros gobiernos que no fueran los
españoles á obrar inmediatamente por sí solos, a quejas y peticiones del pueblo
interesado.
¿Pues qué? ¿No es Tenerife, por su situación geográfica,
paso obligado de la navegación mundial? Por su famosísimo volcán, ancho campo
de investigación científica, ¿no es el punto de cita de los sabios de ambos
mundos? ¿No es por sus condiciones climatológicas, bellezas naturales y otras
causas, centro de atracción de enfermos y turistas de todos los países? Pues
Tenerife no puede seguir bajo el peso de esa vergüenza nacional á que da origen
su falta de vías de comunicación. Debíamos preferir mil veces, si el mal no se
remedia, que la naturaleza nos hubiese colocado en el Golfo de Guinea para
hacer menos visible la apatía de los gobiernos, secuela del lamentable atraso
en que vivimos.
Pero no; no; los pueblos que, como el nuestro, luchan dentro
de la legalidad por su regeneración política y social, no deben abandonarse á
la inercia. Es, pues, necesario que las personas de valimiento de la isla,
nuestros representantes en Cortes, la prensa de Tenerife, la de Madrid que nos
es afecta y otras entidades, ejerciten una acción común decidida, ruda, tenaz,
á fin de obtener en el más breve plazo posible, la concesión y tendido
inmediato, completo, sin trámites dilatorios, de la vía férrea que ha de unir
todos los pueblos de la isla: obra magna de la cual podíamos esperar bienes
incalculables que culminarían en el mayor engrandecimiento de nuestro país.
----------
Buen arranque, ¿no? Puede que en estos momentos, tras la
sosegada lectura, te preguntes, como lo hice yo después de pasar unas horas
recapacitando, si en 2022, ciento once años después –que se dice pronto– se
persiste en ir escapando y el que venga atrás que arree. Pero intentaré –porque
queda mucha tela por cortar– que sigas enganchado. Reitero lo del inicio: si
tienes algún amigo cargo público, invítalo a que lea un fisco. Un servidor lo
ha hecho, aunque si te digo la verdad, con escaso éxito, porque viven en otro
mundo, en una bola de cristal.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario