viernes, 11 de febrero de 2022

244. Ferrocarril de circunvalación (4)

De todos modos existe un proyecto de ferrocarril de Santa Cruz á Garachico; lo que nos inclina á creer que realizado éste, ya no se tienda otra vía férrea, en el Norte, pues una sola bastaría á llenar las necesidades de aquella región, en el cual caso, quedaría destruido en parte lo que dejamos dicho. Dando por sentada esta resolución, ya sólo nos resta solicitar del Gobierno el camino de hierro de Santa Cruz á Icod por el Sur. Si se nos concede, á lo cual tenemos por distintas razones, derecho inaplazable, dejamos en pie lo anteriormente expuesto: es decir; que deben comenzarse los trabajos partiendo de Icod y de Fasnia; ó aún mejor: dividiendo la obra general en distintos trozos distantes entre sí y que se irían prolongando hasta tener efecto los naturales empalmes.

Sabemos que no es éste el sistema que se sigue en esta clase de obras, pues lo lógico es ir uniendo los pueblos á medida que se va avanzando, con lo cual entran desde luego en posesión del imponderable beneficio del ferrocarril; pero esto que en otras partes, donde existe una enorme masa de obreros, es de un resultado práctico é inmediato, en nuestro país, si habíamos de proponernos llevar el mayor impulso á los trabajos, no tiene ventajosa aplicación. Como es sabido, la clase obrera en Tenerife es muy reducida, y si además de esto se tiene en cuenta que nuestros jornaleros, ya sea por apego á la localidad donde viven, ya porque en ésta tengan pequeños intereses de otra índole, ya porque lo exiguo del jornal no les compense de los inconvenientes que representa abandonar su casa, ó por todos estos conceptos á la vez, lo que les impide salir, salvo contadas excepciones, de la esfera de acción que se han impuesto, tendremos que una obra de esta naturaleza en nuestro país, adoptando la práctica seguida en otras partes, había de ser muy lenta. En cambio; por el sistema de trozos de que hablamos, se le daría el mayor impulso, no sólo por la rapidez que habían de dar á los trabajos los jornaleros de los pueblos más inmediatos á los trozos respectivos, sino que también por la emulación que había de despertarse entre las poblaciones en el avance de sus trozos de línea vecinos; lo que, por otra parte, tiene además la ventaja de beneficiar á un tiempo á los trabajadores de todas las localidades de la isla sin necesidad de tener que alejarse de su casa á grandes distancias.

IV

Nace el prolijo artículo que hemos venido desarrollando al calor del levantado espíritu patriótico de estas localidades del Sur con motivo de la celebración de la última Asamblea, gran parte de su población, ansiosa, hasta la vehemencia, de concurrir en aquellos días á la Capital de Canarias; deseos malogrados, deseos muertos, por la falta de vías de comunicación rápidas, cómodas y baratas. ¡Oh! ¡Si hubiésemos tenido un ferrocarril! ¡Ah! entonces, no sólo media isla en un ir y venir activísimo de vagones atestados de gente, hubiera desfilado por Santa Cruz, prestándole el animado aspecto de las grandes urbes, para presenciar de cerca el patriótico acto de la celebración de la Asamblea, para conocer al Sr. Sol y Ortega, defensor esforzado de los derechos tinerfeños, sino que el dinero de una enorme masa de viajeros hubiese circulado con profusión por el país en beneficio del comercio y de la industria, tan necesitados del poderoso auxilio del ferrocarril, para su mayor desenvolvimiento.

Pero es que hay razones de otra índole, más poderosas si cabe que las expuestas, que obligarían á otros gobiernos que no fueran los españoles á obrar inmediatamente por sí solos, a quejas y peticiones del pueblo interesado.

¿Pues qué? ¿No es Tenerife, por su situación geográfica, paso obligado de la navegación mundial? Por su famosísimo volcán, ancho campo de investigación científica, ¿no es el punto de cita de los sabios de ambos mundos? ¿No es por sus condiciones climatológicas, bellezas naturales y otras causas, centro de atracción de enfermos y turistas de todos los países? Pues Tenerife no puede seguir bajo el peso de esa vergüenza nacional á que da origen su falta de vías de comunicación. Debíamos preferir mil veces, si el mal no se remedia, que la naturaleza nos hubiese colocado en el Golfo de Guinea para hacer menos visible la apatía de los gobiernos, secuela del lamentable atraso en que vivimos.

Pero no; no; los pueblos que, como el nuestro, luchan dentro de la legalidad por su regeneración política y social, no deben abandonarse á la inercia. Es, pues, necesario que las personas de valimiento de la isla, nuestros representantes en Cortes, la prensa de Tenerife, la de Madrid que nos es afecta y otras entidades, ejerciten una acción común decidida, ruda, tenaz, á fin de obtener en el más breve plazo posible, la concesión y tendido inmediato, completo, sin trámites dilatorios, de la vía férrea que ha de unir todos los pueblos de la isla: obra magna de la cual podíamos esperar bienes incalculables que culminarían en el mayor engrandecimiento de nuestro país.

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Buen arranque, ¿no? Puede que en estos momentos, tras la sosegada lectura, te preguntes, como lo hice yo después de pasar unas horas recapacitando, si en 2022, ciento once años después –que se dice pronto– se persiste en ir escapando y el que venga atrás que arree. Pero intentaré –porque queda mucha tela por cortar– que sigas enganchado. Reitero lo del inicio: si tienes algún amigo cargo público, invítalo a que lea un fisco. Un servidor lo ha hecho, aunque si te digo la verdad, con escaso éxito, porque viven en otro mundo, en una bola de cristal.

(continuará)

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