“Ferrocarril de circunvalación. La idea en marcha.
Acostumbrados en este país á derrochar las energías y
consumir los desvelos en luchas políticas, en cosas pequeñas, muchas veces en
contiendas personales que debilitan y perturban la vida de relación en el seno
de la colectividad isleña, no solemos parar nuestra atención en las
trascendentales cuestiones que afectan al desarrollo de nuestra riqueza, y cada
vez nos preocupamos menos de estos problemas vitales, dejando que la rutina y
la abulia sigan enseñoreándose del espíritu público.
No se explica de otra manera que haya en este país un asunto
como este del Ferrocarril de circunvalación, que permanezca relegado al olvido,
que no mueva todas las voluntades en una vigorosa acción popular para
convertirlo en tema preferente de nuestros entusiasmos é iniciativas.
No nos seducen por lo visto otras empresas que aquellas que
han de tener inmediata realización, que han de redundar en un interés positivo
al alcance de nuestras manos. Y hoy los pueblos que se cuidan de su porvenir
laboran para el mañana con tanto ó mayor ahínco que para las luchas del
presente. Porque el ideal moderno es atrevimiento, exploración, fantasía si se
quiere, pero afán constante de conquistar horizontes nuevos, de seguir los
destinos de la humanidad que lleva en su espíritu un ansia inmoderable de
caminar siempre hacia adelante, con mayores impulsos cuanto mayores son los
obstáculos y más firmes las barreras que se le oponen en su marcha triunfal.
Así se conquistaron los adelantos en todos los tiempos y así se obtuvieron los
filones de riqueza en todos los pueblos emprendedores, celosos de su misión en
el mundo civilizado.
Hace días que en este periódico se viene hablando del
ferrocarril de circunvalación... ¡El ferrocarril de circunvalación! ─nos parece oir exclamar á muchas gentes
apegadas a la rutina. ─¡Sueños
de periodistas, elucubraciones de alguna imaginación ociosa! Y la curiosidad
pública y la frivolidad de esas buenas gentes pasan sobre las titulares de esos
artículos con un gesto de indiferencia. ─¡Bah,
dígannos ustedes á qué precios se venden los tomates, á cuantos chelines se
cotizan los plátanos, qué declaraciones han hecho Maura ó Canalejas sobre la
crisis, si los conservadores están ó no próximos á subir al poder, y déjense de
tontainas los periódicos! Y no faltará tampoco quien añada en tono sentencioso:
¡Qué ganas de perder el tiempo con insulseces y lirismos!
Pero, afortunadamente, existen hombres en este país que piensan
de distinta manera. Entre ellos, como caso excepcional, debemos citar al autor
de esos buenos artículos que estos días ha publicado nuestro diario, suscritos
por un joven entusiasta, escritor culto y tinerfeño amantísimo de su tierra:
Manuel Alvarez Hernández.
Al leer esos trabajos, inspirados en un acendrado
patriotismo, hemos tenido la alegría de ver surgir entre los jóvenes, desde uno
de los más apartados rincones de la Isla, un espíritu luchador que se sobrepone
á la pasividad de sus compatriotas para romper lanzas, él solo, por un ideal de
progreso que transformaría toda la vida de este país, llevando la ventura á
todos sus pueblos, desparramando la riqueza por toda la Isla .
Manuel Alvarez ha hecho más todavía: ha conseguido asociar á
ese ideal á acaudalados elementos de Cataluña, les ha interesado grandemente en
su proyecto y ha abierto una información entre los pueblos del sur y del norte
de la isla para enviar los datos y estadísticas que le piden de Barcelona.
Desvío é ingratitud grandes serían no alentar esos buenos
propósitos y no tributar un aplauso caluroso al iniciador de esas gestiones que
pueden ser de trascendentales resultados para el país.
Por de pronto se ha conseguido atraer la atención de
importantes hombres de negocio sobre un problema que aquí teníamos
completamente olvidado, y esto siempre será útil para Tenerife, porque va
explorando el camino de una obra que venideras generaciones han de ver
seguramente realizada. Y ya lo hemos dicho en párrafos anteriores: los pueblos
modernos deben laborar por su porvenir, deben mirar tanto á lo venidero como á
lo presente, porque si en lo uno está la realidad en lo otro se encierra la
esperanza, norte y guía del espíritu.
Pero aún persigue nuestro joven amigo otro ideal grande y
noble: sellar con el abrazo de hierro del ferrocarril, la hermandad de nuestros
pueblos y sus comunes afanes de grandeza, de solidaridad, de vida intensa y
fraternal. Sueña con el porvenir de su pueblo, con las humildes comarcas del
Sur, abandonadas y pobres, y tiene para ellas las mejores galas de su
pensamiento. Grande es ─dice─ la belleza, aún no bastantemente
ponderada, del valle de Orotava , pero no debemos de olvidar ni un momento que
sólo aquél no basta para dar al viajero el complemento de su emoción estética,
que está en el contraste, pródigo en nuestro país, en cambios bruscos y en
alternativas brillantes.
El articulista condesa felizmente en este párrafo uno de los
aspectos de nuestra tierra que más interesan á los turistas. ¿Qué mejor
apología de las ventajas del ferrocarril?
Pero son éstas de tal magnitud y naturaleza, que no necesita
el autor de los artículos que comentamos, ponerlas de relieve. Ese ferrocarril,
hágalo quien lo haga , sería el compendio de todos los bienes, adelantos y
riquezas que este país podía apetecer. No se trata solamente de un ideal de
progreso; se labora también por un ideal de fraternidad, por hacer un solo
pueblo y una sola familia de todas las ciudades, villas y aldeas de Tenerife.
¡Cuánto más útil y más trascendental no es aportar un grano de arena á esta
empresa, que dejar de acercarse por timidez á la montaña! Otras tan grandes
como ella se elevaron á fuerza de voluntad, de constancia y de trabajo.
No desmayen los entusiastas ante la indiferencia ó el
silencio que les rodeen. No faltarán jóvenes que abandonando las pequeñeces y
miserias de nuestras luchas intestinas, cada vez más infecundas y más necias,
procuren infundir en la conciencia de nuestro país estos redentores ideales: fe
y esperanza en el porvenir. Y puestos en él los ojos sigamos á la idea en
marcha...”.
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El asombro fue aún mayor cuando la lectura del texto que
transcribí me condujo a profundizar en el meollo de la cuestión y vino a
resultar que los escritos del precitado Manuel Álvarez dieron para mucho.
Mañana te sigo contando.
(continuará)
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