“Más de Puntagorda.
Sr. Director de La Defensa:
Mi estimado amigo: Pongo en su conocimiento por si creyera
conveniente publicarlo en su ilustrado periódico, que el día 25 del actual se
desencadenó sobre este pueblo la más horrorosa tempestad que los nacidos en el
mismo recuerdan.
A las diez del referido día, la aterradora voz del trueno
puso en guardia á los humildes habitantes de Puntagorda. Casi instantáneamente
negros nubarrones ocultaron la clara luz del día; el rayo cruzaba el espacio en
distintas direcciones haciendose su fatídica luz tan perceptible cual si fuera
en tenebrosa noche.
A las 10 y media principió á caer una copiosa lluvia de
granizo, cuyas dimensiones alcanzaban las de regulares avellanas: en tales
términos, que á la una de la tarde este pintoresco y ameno pueblo se quedó
convertido en una sábana, donde sólo se percibían las copas de los árboles y
las diseminadas casas, cubiertos sus tejados de gruesa y compacta masa de
nieve.
Trascurridos algunos minutos, la tempestad continuó su obra
destructora, dejándose sentir nuevamente la potente voz del trueno, que apagaba
con su aterrador estampido los lamentos de varias familias, que creían llegado
el fin del mundo.
Finalmente, para que V. pueda formarse idea de lo ocurrido,
bástele saber que en los terrenos dedicados al cultivo de cereales la nieve
subió á unos sesenta centímetros de altura, dejando por algunas horas interceptados
los caminos públicos. Á consecuencia de tan ruda tempestad, la cosecha de
almendra ha quedado completamente destruida, y creemos que la de cereales no
será muy abundante.
Desde ayer, el tiempo se muestra más benigno y la nieve ha
dejado el paso libre á los afligidos habitantes de este pueblo que canzados de
resar padre nuestros á su santo patrono, empiesan á creer que no es llegado aún
el Juicio Final.
Sin otro particular por ahora, se repite suyo afectísimo
amigo y S. S.
Q.B.S.M. El corresponsal. Puntagorda, Enero 28 de 1902”.
¡Ay!, la ortografía. Bien seguro que no achacable al
corresponsal. Y cuando se le ocurre al tipógrafo colocar una tilde me cambia sabana
por sábana. En fin.
Y en el apartado de información general:
“El temporal de anoche
La tempestad de anoche fué imponente. De sus efectos
quedarán recuerdos luctuosos en todos los habitantes de esta Isla, porque los
daños causados extiéndense á todos los pueblos de la misma, que guardarán de
ellos la triste memoria que de los hechos desgraciados se conserva.
Desde las primeras horas de la noche empezó á caer abundante
lluvia; pero lo que adquirió mayor intensidad fué el huracanado viento que de
las 12 á las 2 de la mañana parecia un verdadero ciclón. A esa hora una palma
que desde tiempos inmemoriales se levantaba orgullosa en un huerto de la calle
del Espino, barrio de San Telmo, es derribada, cayendo con impetuosidad sobre
una pequeña casa donde habitaban once individuos: y derribando parte de la
misma sepultó en sus escombros á la desgraciada familia que la habitaba. A sus
lamentos los vecinos acuden, contribuyendo á salvar á aquellos desgraciados,
entre los cuales había dos pequeños niños padeciendo el sarampión. Por fortuna
el arrojo de todos contribuyó á que no tuviéramos hoy que lamentar desgracias
personales, y aquella infortunada familia ha sido socorrida por la generosidad
del pueblo palmense que nunca deja de acudir á mitigar con su óbolo los dolores
de sus compatriotas.
Además de ese sensible suceso hay que lamentar en otros
edificios desperfectos de consideración, tanto en esta Ciudad como en los
campos.
En uno de los almacenes construidos para las obras del Puerto
el viento derribó una pared y ocasionó en el techo daños de importancia. La
caceta que se hallaba en la Cumbre Nueva ha sido poco menos que destruida. Un
candray de los que se hallaban amarrados en la bahía ha desaparecido, y en algunas
plazas de esta Capital varios árboles han sido arrancados, lo mismo que gran
número de los hermosos eucaliptus que se hallaban plantados en la Carretera de
esta Ciudad á Candelaria, habiendo tenido tan sólo en Breña-alta en las
primeras horas de hoy que cortar siete para poder pasar un coche, por hallarse
obstruyendo por completo el paso.
Los desperfectos ocasionados en las fincas no se pueden enumerar
y las pérdidas materiales incalculables.
Tales son á grandes rasgos trazados, los daños que el temporal
reinante ha ocasionado hasta ahora.
El tiempo, aunque con menos intensidad, aún persiste”.
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Con las desgracias habidas en la reciente erupción volcánica,
bien podríamos rescatar este pasaje: “La generosidad del pueblo palmense nunca
deja de acudir a mitigar con su óbolo los dolores de sus compatriotas”.
Hasta el lunes.
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