viernes, 4 de febrero de 2022

239. Ecos de un temporal

Ya que han caído generosas lluvias en estos pasados días, remontémonos al 4 de febrero de 1902, día en el que el periódico palmero (diario de la mañana) La Defensa (número 353, año III), dirigido por Pedro J. de las Casas Pestana, y en sus páginas 1 y 2, nos daba cuenta de un temporal de agua y viento a través de estas dos crónicas que reproduzco:

“Más de Puntagorda.

Sr. Director de La Defensa:

Mi estimado amigo: Pongo en su conocimiento por si creyera conveniente publicarlo en su ilustrado periódico, que el día 25 del actual se desencadenó sobre este pueblo la más horrorosa tempestad que los nacidos en el mismo recuerdan.

A las diez del referido día, la aterradora voz del trueno puso en guardia á los humildes habitantes de Puntagorda. Casi instantáneamente negros nubarrones ocultaron la clara luz del día; el rayo cruzaba el espacio en distintas direcciones haciendose su fatídica luz tan perceptible cual si fuera en tenebrosa noche.

A las 10 y media principió á caer una copiosa lluvia de granizo, cuyas dimensiones alcanzaban las de regulares avellanas: en tales términos, que á la una de la tarde este pintoresco y ameno pueblo se quedó convertido en una sábana, donde sólo se percibían las copas de los árboles y las diseminadas casas, cubiertos sus tejados de gruesa y compacta masa de nieve.

Trascurridos algunos minutos, la tempestad continuó su obra destructora, dejándose sentir nuevamente la potente voz del trueno, que apagaba con su aterrador estampido los lamentos de varias familias, que creían llegado el fin del mundo.

Finalmente, para que V. pueda formarse idea de lo ocurrido, bástele saber que en los terrenos dedicados al cultivo de cereales la nieve subió á unos sesenta centímetros de altura, dejando por algunas horas interceptados los caminos públicos. Á consecuencia de tan ruda tempestad, la cosecha de almendra ha quedado completamente destruida, y creemos que la de cereales no será muy abundante.

Desde ayer, el tiempo se muestra más benigno y la nieve ha dejado el paso libre á los afligidos habitantes de este pueblo que canzados de resar padre nuestros á su santo patrono, empiesan á creer que no es llegado aún el Juicio Final.

Sin otro particular por ahora, se repite suyo afectísimo amigo y S. S.

Q.B.S.M. El corresponsal. Puntagorda, Enero 28 de 1902”.

¡Ay!, la ortografía. Bien seguro que no achacable al corresponsal. Y cuando se le ocurre al tipógrafo colocar una tilde me cambia sabana por sábana. En fin.

Y en el apartado de información general:

“El temporal de anoche

La tempestad de anoche fué imponente. De sus efectos quedarán recuerdos luctuosos en todos los habitantes de esta Isla, porque los daños causados extiéndense á todos los pueblos de la misma, que guardarán de ellos la triste memoria que de los hechos desgraciados se conserva.

Desde las primeras horas de la noche empezó á caer abundante lluvia; pero lo que adquirió mayor intensidad fué el huracanado viento que de las 12 á las 2 de la mañana parecia un verdadero ciclón. A esa hora una palma que desde tiempos inmemoriales se levantaba orgullosa en un huerto de la calle del Espino, barrio de San Telmo, es derribada, cayendo con impetuosidad sobre una pequeña casa donde habitaban once individuos: y derribando parte de la misma sepultó en sus escombros á la desgraciada familia que la habitaba. A sus lamentos los vecinos acuden, contribuyendo á salvar á aquellos desgraciados, entre los cuales había dos pequeños niños padeciendo el sarampión. Por fortuna el arrojo de todos contribuyó á que no tuviéramos hoy que lamentar desgracias personales, y aquella infortunada familia ha sido socorrida por la generosidad del pueblo palmense que nunca deja de acudir á mitigar con su óbolo los dolores de sus compatriotas.

Además de ese sensible suceso hay que lamentar en otros edificios desperfectos de consideración, tanto en esta Ciudad como en los campos.

En uno de los almacenes construidos para las obras del Puerto el viento derribó una pared y ocasionó en el techo daños de importancia. La caceta que se hallaba en la Cumbre Nueva ha sido poco menos que destruida. Un candray de los que se hallaban amarrados en la bahía ha desaparecido, y en algunas plazas de esta Capital varios árboles han sido arrancados, lo mismo que gran número de los hermosos eucaliptus que se hallaban plantados en la Carretera de esta Ciudad á Candelaria, habiendo tenido tan sólo en Breña-alta en las primeras horas de hoy que cortar siete para poder pasar un coche, por hallarse obstruyendo por completo el paso.

Los desperfectos ocasionados en las fincas no se pueden enumerar y las pérdidas materiales incalculables.

Tales son á grandes rasgos trazados, los daños que el temporal reinante ha ocasionado hasta ahora.

El tiempo, aunque con menos intensidad, aún persiste”.

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Con las desgracias habidas en la reciente erupción volcánica, bien podríamos rescatar este pasaje: “La generosidad del pueblo palmense nunca deja de acudir a mitigar con su óbolo los dolores de sus compatriotas”.

Hasta el lunes.

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