jueves, 15 de julio de 2021

100. ¿Exclusión de las mujeres?

Concluyamos esta primera serie (dejemos la puerta abierta para futuras entregas con reseñas a partir de 1910) con la transcripción de este último artículo (por ahora) publicado en Las Canarias y nuestras posesiones africanas (con redacción y administración en la madrileña calle de Esparteros, 8 (tercero), del 9 de septiembre de 1909 (jueves), año X, número 819, página 1, firmado por Rafael F. Neda y con el consabido título de “La lucha canaria”

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Es esta especialisima en su género, indígena y tradicional desde los guanches aborígenes, común á todas las islas y apasiona á sus habitantes como los toros en la Península, el box y las carreras en el extranjero. La lucha canaria es más bien un ejercicio gimnástico y de habilidad que atlético y de fuerza; tiene sus reglas, sus combinaciones y su estrategia como los antiguos torneos, pero sin sus peligros. Las grandes luchas se conciertan entre comarcas rivales, acudiendo al palenque los campeones guiados por el alcalde ó el cacique, en medio de los aplausos de la muchedumbre.

Dispuesto está el terrero ligeramente enarenado. A la derecha, la Esperanza y la Punta del Hidalgo, Tegueste y Taganana, ostentan sus mesnadas de robustos campesinos, fortalecidos por el gofio y el trabajo, con sus luchadores famosos. A la izquierda campean los de Orotava, Icod el Alto y Vilaflor, con sus ágiles y temidos campeones. En torno, el público formando extenso círculo y compuesto de todas las clases sociales con exclusión de las mujeres.

Abren la marcha los jovenzuelos, cediendo el terreno los vencidos y reemplazándolos otros de su bando; entran luego progresivamente los granados, aumentando las peripecias y el interés, que llegan á su colmo al final, reservado á los famosos.

Los combatientes visten camisa ceñida y resistente, calzoncillos cortos y sueltos, más estrechos que zaragüellos, en lo demás desnudos, haciendo alarde de las formas varoniles y de la fuerte musculatura.

Acércanse ambos justadores; cada uno agarra con la mano izquierda la parte baja del calzón de su adversario, determinando así un punto de apoyo. En seguida cruzan las cabezas tocándose los cuellos, encorvados los cuerpos formando puente; libres las diestras, palancas que empujan á sierpes que se enroscan; movidas las pierna, huyendo los ataques ó favoreciendo las acometidas.

Quien primero pone en tierra, no ya el cuerpo, sino un dedo siquiera, cuéntase por vencido; y si en el lance hay duda, decide el Jurado del campo. A pesar de la pasión que á todos mueve, tanto combatientes como espectadores, es raro que la lucha degenere en riña; andarán los palos por lo alto, sin que salga jamás el puñal de la cintura: lealmente tiende su mano el vencedor al vencido, y para todos hay aplausos.

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De su lectura se puede concluir que muy canario no era el firmante de esos párrafos, puede que redactados con más voluntad que acierto; al menos en determinados pasajes. No menciono ninguno, pues habrá lectores (esa esperanza me mantiene) más duchos en la materia que un servidor y seguro que los podrán sacar a relucir. La exclusión de las mujeres (de ahí la interrogante del título) en la época de referencia es asunto que desconozco, pero me recuerda la prohibición existente décadas atrás de hacer acto de presencia en las bodegas, no sea que se picara el vino.

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Alcanzado el centenar de entradas en este nuevo blog, creo que me tomaré unos días de descanso. Parece mentira que, incluso con la jubilación, el cuerpo pida unas jornadas (o semanas) de asueto. Lo mismo aprovecho el parón para seguir recopilando boberías. Y si tienes envidia, se te quitará con el tiempo. Cuando llegues a mi edad, lo comprenderás perfectamente.

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